Dionisio; Dios del vino, inspirador de la locura ritual y el éxtasis.
Después de una infancia patética (quizás por ser el rarito de clase, por crecer más tarde que los demás o porque su puñetera madre no lo quería lo suficiente y su padre demasiado) este niñato creció, embelleció y se vengó.
Y, queridos míos, toda mujer que se precie de serlo sabe que ha de huir de este tipo de espécimenes. Y las que se precian de serlo muy mucho, alguna vez hemos han caído en sus redes.
Hermoso y elegante, pisa en el mundo con su corte de sátiros; esos amigos picantes y chistosos, algo vulgares y demasiado festivos que hacen que este efebo resalte con mayor esplendor.
Aporta locura, promesas silenciosas, placeres prohibidos. Y, joder, seamos sinceras: nos gustan los chicos malos.
Y se venga.
¡Vamos si se venga!
Se cobra, a base de una sonrisa cautivadora, las veces que se sentía invisible ante las niñas en el recreo del cole conquistando a la más bella del lugar.
Y ajusta cuentas con los demás machos, aquellos que no le dejaron entrar en el equipo de baloncesto del instituto por bajito, paseándoles por los morros a la más difícil conquista.
Y no se conforma con una. Ha de sentirse deseado a todas horas y por todas, hasta que le llegue su Ariadna particular y consiga de él una fidelidad eterna.
Aunque lo más probable es que la encuentre cuando se haya cansado de follar vivir como un loco.
Así que chicos, si no llegáis a la categoría de un Dionisio, haceros sátiros de uno; siempre caerán migajas.
Y a los que sí llegáis y ondeáis el estandarte con el símbolo fálico que os representa, no cambies. Alguien ha de adornar este jodido mundo.
Cabrona, piensas estar dandonos caña? Cuenta conmigo para replicar...cuando caiga mi perfil, desgraciadamente no soy Dionisio
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